El punto de partida.

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"Para Shevek el retorno siempre sería tan importante como la partida. Partir no era suficiente, o lo era sólo a medias: necesitaba volver. En aquella tendencia asomaba ya, tal vez, la naturaleza de la inmensa exploración que un día habría de emprender hasta más allá de los confines de lo inteligible. De no haber tenido la profunda certeza de que era posible volver (aun cuando no fuese él quien volviera), y de que en verdad, como en un periplo alrededor del globo, el retorno estaba implícito en la naturaleza misma del viaje, tal vez nunca se hubiera embarcado en aquella larga aventura. Nunca navegarás dos veces por el  mismo río, ni volverás jamás al mismo punto de partida. Shevek lo sabía bien, ese principio era la base de su concepción del mundo. Más aún, a partir de él, del reconocimiento de la transitoriedad de todas las cosas, había desarrollado una vasta teoría según la cual la eternidad se manifiesta plenamente en aquello que más cambia, y tu relación con el río, y la relación del río contigo y consigo mismo es a la vez más  compleja y menos inquietante que una mera carencia de identidad. Puedes volver al punto de partida (...) siempre y cuando comprendas que el punto de partida es un lugar en el que nunca has estado". 

Ursula K. Le Guin, Los desposeídos 


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